Ningún filósofo de la Edad Moderna provoca en el pensamiento de esta época cambios tan perdurables como la persona que es la cima de la Ilustración europea y, al mismo tiempo, su punto de inflexión:
Kant (1724-1804). Immanuel Kant asienta sobre un nuevo fundamento casi todos los temas tratados por la filosofía, tanto el conocimiento como las matemáticas o las ciencias naturales, la moral, el derecho, la historia y la religión, la estética y la biología. Y sus escritos sobre esos temas se caracterizan por un grado tan elevado de originalidad y agudeza conceptual y argumentativa que siguen marcando con su impronta incluso los debates filosóficos actuales. Por añadidura, Kant introduce la paz como un nuevo concepto filosófico fundamental y proporciona al
conjunto de la filosofía una perspectiva cosmopolita.
Al aplicar una idea directriz de la época—la crítica—a otras dosigualmente claves—la razón y la libertad—, Kant somete la Ilustración
a una autocrítica cuyo objeto es toda la filosofía moderna, el raciona-
lismo de Descartes, Spinoza, Leibniz y su discípulo Wolff, y el empiris-
mo de Locke y su continuación escéptica en Hume. Impresionado por
el progreso de las ciencias modernas de la naturaleza, Kant considera
un escándalo la pugna entre racionalistas y empiristas. Para acabar
con ella y situar, además, la filosofía fundamental o metafísica en el
«camino seguro de una ciencia», pospone las cuestiones referentes a
Dios, la libertad y la inmortalidad y aborda el problema previo de la
posibilidad de la existencia de la metafísica como ciencia. Pero, con
esta pregunta preliminar, trata también las cuestiones mencionadas,
así como muchos otros temas, incluidos ciertos asuntos relativos a la
moral y el Estado. La Crítica de la razón pura (1781), que se ocupa de
todo ello, se lee por tanto como una «enciclopedia de las ciencias filo-
sóficas», a la manera de la República de Platón.
Kant desarrolla un método nuevo: la crítica trascendental de la razón. Con ella libera a la filosofía de modelos ajenos, como las matemáticas (racionalismo) y las ciencias de la naturaleza (empirismo), y fun-
da un filosofar metodológicamente autónomo. Tras la aparición de
la Crítica de la razón pura, un importante representante de la Ilustra-
ción alemana, Moses Mendelssohn (1729-1786), calificó a Kant, a
quien veneraba, de «trituradora universal» de la metafísica. En reali-
dad, lo que hace Kant es superar su forma tradicional, creando con
su obra crítica una metafísica nueva guiada por las tres preguntas si-
guientes: 1) ¿Qué puedo saber? 2) ¿Qué debo hacer? 3) ¿Qué debo
esperar? Y, al mismo tiempo, da respuesta a una cuarta: ¿Qué es el
ser humano?
¿QUÉ PUEDO SABER? LA «CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA»
La interminable pugna entre los filósofos impone la pregunta de si se
puede dar una filosofía como ciencia. Para responderla y solventar el
conflicto entre el racionalismo y el empirismo acerca de la posibili-
dad o imposibilidad de un conocimiento derivado puramente de la
razón, y para dar definitivamente una solución que no sea arbitraria
sino que «responda a unas leyes», Kant establece un tribunal de la ra-
zón. Al habérsele encomendado la misión de garantizar pretensiones
justificadas y rechazar, en cambio, reclamaciones sin fundamento,
este tribunal no se propone condenar la «razón pura»; lo que le in-
cumbirá será, más bien, «determinar tanto las fuentes como el alcan-
ce y límites de esa razón, pero todo ello a partir de unos principios».
En esa circunstancia, la razón asume las tres funciones siguientes: es
la acusada, a la que se reprocha plantear pretensiones de conoci-
miento injustificadas. Es la defensora, que reflexiona sobre los argu-
mentos favorables a las pretensiones de la razón. Y, sobre todo, es la
juez que dicta la sentencia, una sentencia, no obstante, democrática,
pues lo que importa es el «consenso de los ciudadanos libres».
En el proceso judicial de la Crítica de la razón pura, Kant no trata
solo de la guerra entre los filósofos, de sus «interminables querellas»,
sino también de sus contradicciones, que surgen en la propia razón.
Esa doble guerra deberá dar paso a una paz que tiene que durar eter-
namente. Aunque Kant apunta demasiado alto con esta esperanza,
tiene éxito en la medida en que estudia a fondo e imparcialmente,
como un buen juez, todos los puntos conflictivos, de modo que llega
a presentar propuestas de solución que no solo dejan atrás todas las ofrecidas hasta entonces, sino que han demostrado ser dignas de de-
bate hasta el día de hoy.